La Revolución Mexicana: pensemos cómo reconciliarnos, colaborar y construir un México mejor
- Karla Martinez

- hace 2 horas
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La Revolución Mexicana es uno de los acontecimientos más trascendentales de la historia nacional. Iniciada formalmente el 20 de noviembre de 1910, fue un movimiento complejo, lleno de contradicciones, héroes, errores, violencias, victorias y aprendizajes. Fue una revolución social, política y cultural que transformó para siempre el rumbo del país. Más allá de las batallas, las imágenes en sepia y los nombres que memorizamos en la escuela, la Revolución Mexicana debierá representar una constante invitación a reflexionar sobre quiénes somos, qué queremos como nación y qué estamos dispuestos a hacer —como individuos y como sociedad— para construir un futuro más justo y digno.
Hoy, a más de 115 años de historia, sigue siendo un espejo. Nos refleja lo mejor y lo peor de nosotros, pero también nos recuerda algo esencial: México siempre ha logrado avanzar cuando ha sido capaz de unirse, organizarse y luchar por un propósito común.

El origen de una revolución necesaria
La Revolución Mexicana estalló después de más de tres décadas de porfiriato, un periodo de estabilidad y crecimiento económico acompañado de profundas desigualdades sociales. Como señala el historiador Alan Knight (1986), “la modernidad llegó durante el Porfiriato, pero sólo para unos pocos”. Durante años, millones de mexicanos vivieron en pobreza, el 78% aprox era analfabeta sin derechos laborales, sin voz política y sin acceso a las oportunidades que el país generaba.
La revolución no nació porque unos pocos quisieran poder; surgió porque la población ya no estaba dispuesta a aceptar la falta la gran desigualdad social y concentración de la riqueza, el despojo de tierras a los campesinos y la creación de grandes latifundios. Fue una lucha por tierra, libertad, derechos y dignidad. Como escribiría Emiliano Zapata:
“La tierra es para quien la trabaja.”
Es probable que los revolucionarios de 1910 jamás imaginaran el impacto de sus acciones. Sin embargo, muchos de los derechos y beneficios laborales, sociales y educativos que hoy damos por sentado son fruto del movimiento revolucionario.
Que nos aportó dejó la Revolución Mexicana
Aunque la historia también está marcada por violencia, traiciones y fracturas, sería injusto no reconocer los avances profundos que surgieron de ella. Entre los aportes más importantes destacan:
Constitución de 1917
Fue la primera constitución en el mundo en incluir derechos sociales.
Estableció derechos para los trabajadores, la reforma agraria y la educación pública.
Consagró un Estado laico y fortaleció el poder federal.
Reforma agraria y derechos laborales
Se logró la repartición de grandes latifundios entre el campesinado.
Se impulsó la legislación para asegurar condiciones laborales dignas y se crearon los sindicatos.
Se obtuvieron avances en materia social, como campañas de alfabetización y vacunación, y la creación de instituciones de salud.
Educación y laicidad
Se fortaleció la educación pública, laica y gratuita.
Se impulsaron campañas de alfabetización en zonas marginadas.
Se estableció el principio de laicidad, restringiendo el poder de la iglesia católica.
Política
Se puso fin a la dictadura de Porfirio Díaz y se prohibió la reelección presidencial.
Se implementó el voto directo para elegir diputados y senadores federales.
Otros beneficios
Se estableció la rectoría del Estado en la economía nacional, con la nacionalización de recursos.
Hubo un surgimiento del sentimiento feminista que, aunque no se tradujo de inmediato en igualdad política, sentó las bases para futuras luchas por los derechos de las mujeres.

Más allá de la historia: una lección para el México actual
Si algo reveló la Revolución Mexicana fue que cuando un país deja de escucharse, se divide. Cuando unos pocos concentran oportunidades y la mayoría queda excluida, la armonía se rompe. La violencia no nace de la nada; es el resultado de heridas acumuladas, injusticias ignoradas y diálogos no escuchados.
Hoy, México vive nuevas divisiones, nuevas polarizaciones, nuevas formas de confrontación. Pero también vive una enorme oportunidad de reconciliación.
La Revolución Mexicana nos recuerda que:
Ningún país avanza si su gente no aprende a colaborar por encima de sus diferencias.
Y esa enseñanza no aplica solo al gobierno o a la historia: aplica al trabajo, a la familia, a la vida diaria, a las empresas y al trato entre colegas.
¿Qué podemos aplicar hoy a nuestra vida profesional y laboral?
1. El valor de escuchar antes de juzgar
Uno de los errores que provocó el estallido del conflicto fue la incapacidad del gobierno de Porfirio Díaz para escuchar el descontento social. Algo parecido ocurre en los equipos de trabajo:
Cuando un líder no escucha.
Cuando los colaboradores sienten que no son tomados en cuenta.
Cuando se ignoran las inconformidades hasta que ya es demasiado tarde.
Escuchar no es un acto pasivo; es una forma de respeto. En que nos beneficia:
Desactiva el conflicto.
Previene resentimientos.
Fomenta confianza.
2. Aprender a ver la diversidad como fortaleza
Durante la Revolución convivieron campesinos, obreros, mujeres, profesionistas, indígenas, militares, jóvenes y adultos… México nunca ha sido homogéneo, pero su fuerza ha surgido cuando las diferencias encuentran un propósito común.
En el trabajo pasa igual:
Un área no puede funcionar sin la otra.
No todos piensan ni trabajan igual.
Cada persona aporta una inteligencia distinta.
Los equipos más exitosos son los que aprenden a integrar diferencias, no a imponer similitudes.
3. La reconciliación como herramienta profesional
La memoria histórica mexicana está marcada por diferencias que a veces heredamos sin reflexionar: “ellos”, “nosotros”. Pero la revolución también nos dejó una enseñanza poderosa:
Para construir futuro, hay que aprender a cerrar heridas.
En el trabajo esto significa:
Perdonar errores cuando ya se corrigieron.
Soltar rencores que sólo desgastan.
Valorar a las personas por lo que aportan hoy, no por lo que hicieron ayer.
Si un equipo se queda atado a resentimientos, nunca podrá avanzar.
4. Compromiso con el bien común
Los revolucionarios, con todos sus defectos, lucharon por una causa que iba más allá del beneficio individual:
Tierra para los campesinos.
Derechos para los trabajadores.
Educación para quienes no podían pagarla.
En el mundo laboral, esta enseñanza se traduce en:
Hacer lo que beneficia al equipo, no sólo a nuestra posición.
Trabajar con ética, aunque nadie esté mirando.
Aportar más de lo mínimo.
Cuando la gente comprende que su éxito está unido al éxito del equipo, la organización se fortalece.
5. Construir acuerdos en lugar de imponer verdades
Los líderes revolucionarios se dividieron muchas veces porque cada uno creía tener la única verdad. Ese conflicto interno alargó la violencia y debilitó al país.
En el ámbito profesional, imponer genera resistencia; negociar genera compromiso. Un equipo que dialoga:
Decide mejor.
Ejecuta mejor.
Se respeta más.
6. Recordar que el cambio es responsabilidad de todos
No basta con criticar al gobierno, al jefe, a la empresa, al país. La Revolución Mexicana no la hicieron espectadores; la hicieron ciudadanos. Y en cualquier espacio, sigue siendo así:
Las empresas mejoran cuando alguien propone.
Los procesos cambian cuando alguien actúa.
Los equipos crecen cuando alguien inspira.
Si queremos un mejor México, también necesitamos mejores personas en él.
Un llamado a la reconciliación nacional
México no necesita otra revolución armada. Necesita una revolución cultural, emocional y social basada en:
Escuchar.
Colaborar.
Respetar.
Reconocer al otro.
Apoyar
Solucionar
Cumplir lo que prometemos.
Construir donde antes criticábamos.
La diversidad no es un problema: es una riqueza. Como dijo José Vasconcelos, impulsor de la educación postrevolucionaria:
“Ser distintos no es el reto; el reto es que esa diferencia se vuelva una unidad creadora.”
Aplicado al trabajo, a la familia, a las organizaciones, al país:
Un México dividido pierde.
Un México que coopera gana.
Conclusión: ¿Qué revolución nos toca hoy?
La Revolución Mexicana fue heredada con aciertos y heridas, pero también con enseñanzas que aún podemos convertir en acción diaria:
Hacer nuestro trabajo con dignidad y ética.
Tratar a los demás con respeto.
Aportar en lugar de destruir.
Escuchar antes de reaccionar.
Soltar resentimientos que ya no sirven.
Recordar que todos somos México, aunque pensemos distinto.
Construir una mejor sociedad
Los revolucionarios de 1910 ya hicieron su parte. La revolución que nos toca hoy es personal, laboral, social y humana.
La historia ya escribió el pasado.
El presente lo escribimos nosotros.
Y el futuro —como siempre— dependerá de nuestra capacidad de colaborar.
Referencias
Knight, Alan (1986). The Mexican Revolution. Cambridge University Press.
Krauze, Enrique (2010). Biografía del poder. Fondo de Cultura Económica.
Monsiváis, Carlos (2000). Aires de familia. Planeta.
Meyer, Jean; Reyes Heroles, Federico (2008). México: democracia y política social. FCE.
Dulles, John W. (1961). Yesterday in Mexico: A Chronicle of the Revolution. University of Texas Press.
Womack, John (1969). Zapata and the Mexican Revolution. Vintage.






























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