top of page

Tolerancia

“Nunca salgas una vez las luces se han apagado”.


Esa era la regla fundamental de mi pueblo para garantizar tu supervivencia.


Nunca conocí la luz de la luna ni tampoco la he visto con mis ojos, únicamente la he admirado a través de las fotografías que, con muchos esfuerzos y dedicación han logrado capturar mis antepasados.


Mis abuelos me contaron terribles historias de los que viven de noche: monstruos horribles, con orejas puntiagudas, blancos y pálidos como la muerte, dientes afilados con lo que desgarrían mi cuerpo, manos grandes y dedos largos que poseen la habilidad mortal del combate. Ningún ser humano había escapado con vida, al escuchar el sonido de los cascabeles todos sabíamos que el fin había llegado.


Mi pueblo vive aterrorizado, corriendo al resguardo en cuanto el sol se pone, limitándonos a vivir únicamente de día y “descansar” si es que hacer guardia por turnos se le puede denominar de esa forma, durante toda la noche hasta que el ocaso nos honre con su tan anhelada presencia.


No existía una esperanza larga de vida para mi pueblo y vivir bajo el yugo del miedo tampoco nos ayudaba a seguir creciendo; sin embargo, un día, con el sol más potente y quemador que había sentido en años se me ocurrió una idea, una locura que podría costarme la vida, pero si tenía suerte significaría un cambio. Ese día al caer el sol saldría de mi casa y mataría al regente de los que viven de noche, solo así tomaríamos el control de su gente y podríamos aislarlos en donde jamás nos volvieran a hacer daño.


Estaba siendo impulsiva y muy imprudente, pero no había opción, estaba cansada del conformismo, de mi estilo de vida; mi familia, mis amigos y mi pueblo necesitaban un cambio que les garantizara una estabilidad con la que solo habíamos soñado.

Esa noche al apagarse la última luz saldría, rompiendo el mandato más esencial e importante de mi pueblo.


Me asustaba, no, más que eso me aterraba lo desconocido. Las historias eran malas, el miedo a perder mi vida crecía con cada paso que daba fuera de la brecha que protegía el pueblo, ya no había vuelta atrás, era el momento de marcar un cambio que nos ayudara a todos.


Caminé siguiendo mi instinto, guiándome por las historias que contaban los viejos y los sabios, con el corazón palpitándome tan fuerte que podría imaginar que en cualquier momento se saldría de mi pecho. Sin rumbo, desorientada, pero decidida fue que di con un claro de agua que reflejaba la luna en su máximo esplendor, sin duda alguna era el paisaje más hermoso que mis ojos habían observado hasta ese día tan frío, solitario, pero a su vez cálido y seguro.


Mi mente olvidó por momentos la razón que me había llevado hasta ahí y me quedé anonadada contemplando la luz que alumbraba el claro, el sonido tranquilo de las pequeñas ondas que se formaban, el revuelo de las hojas de los árboles al ser sacudidas por la ligera brisa nocturna que pintaba de rosa mis mejillas.





- Date la vuelta lentamente y revela tu identidad – mencionó una voz dura detrás de mí, sentía en mi espalda el pico de algo que en cualquier momento podría atravesarme.


- No vine a pelear – mentí, quería llegar con su líder y liquidarlo al primer momento.


Con la calma adecuada fui girando hasta quedar de frente con el monstruo que probablemente terminaría con mi vida, grande fue mi sorpresa al darme cuenta que no era como la historia lo había descrito.


Si bien era de tez muy pálida, orejas puntiagudas y dedos largos, sus dientes no eran afilados y su mirada no me transmitía una sed de sangre incontrolable como lo había escuchado. Lo miraba fijamente, era a penas un niño tan joven e ingenuo como yo, sus manos temblaban, como las de un primerizo. Mi gente solía contar que eran entrenados apenas caminaban para atacar, pero no creía que él fuera capaz de hacerme daño.


- Me tienes miedo – dije con decisión.


- ¿Sí? Si yo tengo miedo ¿por qué tus piernas son las que tiemblan? –


Estaba tan inmersa en mi asombro por lo que estaba viviendo que no había notado que mis piernas temblaban, sí que estaba aterrada.


- ¿Por qué has salido? Los humanos nunca han llegado tan lejos.


- Quería conocer la luna – nuevamente volví a mentir.


Era cuestión de tiempo para que se diera cuenta que mentía y terminara con mi vida; no obstante, bajó su lanza y me miró con una dulzura que no creí que alguien de su especie fuera capaz de tener.


- Entonces siéntate. Hoy es luna llena, es más hermosa que otros días así que admirémosla.


Seguí sus indicaciones y me senté a la orilla del claro, observando el paisaje y de reojo mirándolo con cierto desdén, aunque estaba siendo sumamente amable no podía bajar la guardia.


- ¿Sabes que no como humanos verdad? – respondió con cinismo.


- No creo que nos comas, pero si que nos asesinas a sangre fría – Tal vez no sería su cena, pero si traía un arma punzo cortante con la que me había amenazado no hace mucho.


- Tampoco soy un asesino – dijo secamente, como si mi insinuación lo hubiera ofendido – Nunca hemos asesinado a alguien, son historias viejas de cuando nuestros pueblos pelearon por el territorio, de cuando había guerra, actualmente las cosas no son así.


- Pero tu arma, ¿acaso soñé que me apuntaste con ella? – respondí con ironía.


- Soy un cazador, este bosque esta repleto de animales salvajes, la lanza es para cazar o defenderme de una muerte espantosa.


Quedé sin palabras, ¿de qué estaba hablando?, con lo poco que me había dicho había desmentido diez de las historias más terroríficas que mi pueblo me había contado, no podían haberme mentido, no tendría sentido, ¿por qué viviríamos como lo hacemos si conocieran que no son animales salvajes?


- ¿Sorprendida?, Igual yo. Hace unos días tomé la decisión de salir en cuando la luna se pone, quería saber que era vivir de día y no de noche. Estaba igual de aterrado que tú o tal vez más, pero solo me percaté que eres igual a mí. Bueno casi, tus orejas pequeñas y redondas si que son feas – Se rio levemente al finalizar, mostrando una sonrisa pegajosa.


- Qué grosero eres, yo podría decir lo mismo de tus orejas – me reí.


Hablamos casi hasta el amanecer, poco a poco la idea que me había traído hasta ese momento se iba perdiendo. No eran malas personas, incluso ellos nos tenían el mismo miedo que nosotros.


Hace tantos años nuestros pueblos habían peleado, las costumbres de los que viven de noche y nosotros no compaginaban. Las opiniones de ambas civilizaciones siempre terminaban en polos opuestos, pero en lugar de llegar a un acuerdo y de ser más tolerantes fuimos a guerra, ambos bandos se dedicaron a esparcir rumores que nos mantendrían alejados; aunque todo lo que habíamos escuchado estaba mal.


Así fue como tomamos una decisión, una que sería mejor, cada uno se encargaría de hablar con la verdad, de lograr un acuerdo que nos beneficiara a todos y finalmente conseguir una mejor calidad de vida.


Aprender a tolerar y respetar no es fácil, uno tiene su propio conocimiento de lo que es cómodo, bueno o malo, sin embargo, el mundo esta lleno de ideas y conceptos que no siempre van a encajar con nosotros, pero eso no significa que estén mal o que no sean adecuados.


Hay que aprender a desarrollar esta característica, trabajemos en la tolerancia que hoy en día nos hace falta a mucho de nosotros, de esa forma fomentaremos una mejor comunicación y una sociedad más respetuosa y empática.


Si bien es más fácil cerrarnos en nuestra propia comprensión del mundo, ¿no te parece triste conformarte solo con eso? Escuchar lo que otros piensan no es sinónimo de cambiar tu forma de ser, sino, de entender y decidir, date la oportunidad de escuchar, analizar y comprender, de esa forma no solo trabajas en el desarrollo de la tolerancia sino que amplias la cosmovisión de tu mundo y eso es indispensable para sobrevivir.


Si te gusto por favor déjame un comentario y dime que te gustaría que escribiera.

También te dejo aquí abajo títulos de algunos libros que podrías leer si es que te gusto lo que leíste arriba.
























Importantes
Recientes
bottom of page